Carta para un querer infinito
Publicado el 9 de octubre de 2025
Una carta intensa y melosa —sí—, pero sincera: un desborde de querer que no cabe en el pecho.
Esta carta, que más que carta es una amalgama de ideas y de sentires, es un poco intensa, voy avisando, y encima es melosa y confusa; diría que difícil de leer hasta para el que la escribió, pero es un canto de mi corazón y sabes cómo se me da cantar en general. Es una carta para ti y para el querer, y dándotela a ti se la doy a las dos, así que mejor que mejor. Suerte, ahí va:
Tantas ideas acumuladas y descartadas y perdidas. Tanto miedo de mostrar esto que siento porque de lo grande y crudo es grotesco y demasiado desnudo, y yo siempre de formas pensadas y cuidadas y pequeñas para no molestar y siempre, pero ya no más con miedo a desnudarme. Quiero que si me quieres, me quieras por quien soy y, si uno es lo que come, más es uno lo que piensa y, aún más, lo que siente y esto es lo que siento.
Hoy te quiero como el poeta quiere a su amada, y te quiero como quiere alguien que, a pesar de no saber querer, quiere y no puede evitar querer. Te escribo así, con palabras y fonemas repetidos y enredados y exactos y muy poco exactos y sin rimar, porque, aunque esto no es prosa ni poesía ni son frases ni son palabras, es mi corazón que se vierte en el lenguaje con intención, porque me sobra intención de que sepas que te quiero; que no cabe en mi pecho mi querer y desborda, y, si va a desbordar, mejor que se vierta, que se vierta sobre poema que no rima pero dice la verdad.
Te quiero de una manera nueva, te quiero como se quiere a un infinito fugaz, te quiero de manera paradójica. Te quiero como se puede querer un amanecer, el susurro de un árbol al viento o la arena bajo los pies. Te quiero como a un proceso más grande que uno, infinitamente grande y que te deja lleno, desbordante incluso; momentos, en principio fugaces, que no pueden más que, por su belleza, permanecer en el corazón de manera infinita, pues por su propia naturaleza tienden a agarrarse a aquello que los logra contemplar y los aprecia. Te miro y es momento infinito en tiempo finito; río junto a ti y mi vida se condensa en un solo momento que la reemplaza. ¿Y durante un beso? Besándote, la eternidad se me presenta como verdad evidente, absoluta e innegable. Tantos infinitos se encargan de llenar una infinita sección de mi corazón y alimentan una infinita forma infinitamente nueva de querer. Te quiero en un todo, pues no sé qué infinito es el más grande, y es que ninguno tiene pinta de dejarse medir ni yo ardo en ganas de hacerlo. No los mido, pero definitivamente sé que, al sumarse, forman un infinito que, en contra de toda lógica, se reduce a uno que puedo nombrar, que, de alguna improbable y a todas luces imposible manera, se ha manifestado y puedo identificar en ti.
Eres brote, eres planta, eres capullo, flor, fruto, semilla y brote. Eres semilla que se cae y brota y crece y se multiplica, y eres raíces que airean un suelo que está aprendiendo a estar lleno de flores. Eres aquel evento que transforma una ordenada y feliz baldosa en una desconcertada pradera, en una desconcertada y aún más feliz pradera. Te quiero como se quiere un jardín exuberante. Verde que te quiero verde. Te quiero frondosa y floral y lozana y resplandeciente y otoñal, y te quiero incluso marchita, aunque no te quiero marchitar. Te quiero como se quiere lo que planta uno y decide su destino la naturaleza y el azar; te quiero como lo que se cuida y florece, o no, pero en el acto de cuidar está la flor. Eres brote que atraviesa cemento y lo resquebraja, y lo que en un principio parecía dolor por la nueva grieta es placer por la nueva fertilidad.
Hoy eres pensamiento que acompaña y apoya; eres existencia que impulsa y alivia, y presencia que tienta y complace. Eres catalizador de una reacción bien dentro mío. Eres hilo de platino que, sin consumirse, permite que, donde había combustible y oxígeno, haya combustión. Eres elemento que, con su sola presencia, permite transformación, permite formación y fuego.
No soy nada científico, nunca lo he sido; siempre he amado la ciencia porque regala un romántico y juguetón abstracto del burdo concreto. Hoy me dejas incapaz de entenderte, porque ningún burdo abstracto que surge del pulcro y sistemático análisis de tu persona llega a los talones de lo que experimento de tu infinitamente romántico y juguetón ser concreto.
Te confieso que no tengo manera de expresarme; que cada palabra me sabe a poco y cada gesto se me queda en nada; que cada estar a tu lado es un miedo a ser un vil reemplazo de aquella persona que sepa realmente expresarse y actuar a tu nivel. Te confieso que soy un caradura, un caradura que está dispuesto a dejarse querer y que confía en tu criterio más que en el suyo, porque, de confiar en el suyo, se quitaría de en medio entre lágrimas y abnegación imbécil. Te confieso que eres infinito y, si no me siento nada, es porque estoy a tu lado, y el intermedio entre un cuadrado y un círculo tiene que ser un círculo; incluso lo que hay entre un punto o una nada y un infinito, el punto medio entre ellos es también otro infinito. Estar contigo “me infinita” y sé que sin ti también soy infinito, aunque contigo lo soy más. Sé que, cuando te miro o cuando te escucho, o te toco, o te acaricio y te huelo y te beso, ese infinito, que no es el tuyo ni es el mío y siento que es el nuestro, crece y llena el universo entero y un poco más.
Me gustaría decirte que no es para tanto, pero es que tengo el corazón, la boca y la pluma muy Baudoin y no puedo sentir menos de lo que siento; al menos siento que no quiero hacerlo. Ya que voy a sentir como un loco, mejor actúo como uno y escribo como uno, y como un auténtico chiflado te entrego estos estertores de hormigón agrietado que son cánticos de nueva pradera y no dicen más que la verdad. Y no niego que me asusta asustarte con mi grotesco y desnudo corazón, pero más me asusta que no sepas el infinito bien que le haces a mi ser y sentir.
Te quiero infinitamente desde el infinito fondo de mi infinito corazón.
Iñigo, un bobo enamorado.
PD: Hay infinitas veces escrito “infinito” en esta infinita carta y te pido infinito perdón por la infinita confusión de mi infinito amor.